sábado, 11 de octubre de 2008

TEATRO. LA LÚDICA Y LA RECREACIÓN

“LA LUDICA Y LA RECREACION

EN LA ESCUELA COMO PROCESO PEDAGOGICO”

TEATRO

Teatro y artes escénicas

El Jardín de la Expresión Corporal

Joaquín Lozano Rojas *


A través de la metáfora del paseo por un jardín, nos queremos acercar a la naturaleza de una Expresión Corporal artística a desarrollar con los estudiantes de arte dramático: señalamos algunos de los elementos para la construcción de una poética de la Expresión Corporal, al tiempo que reflejamos como han vivido alguna de estas nociones, algunos de estos futuros actores y actrices...


En la ciudad donde actualmente vivo conozco un lugar, que invita a detenerse. En León, en “La Candamia”, pinar próximo a la ciudad, existe un jardín que embriaga todos los sentidos, con el que tropieza casi por accidente el caminante. De salaz perfume, es un jardín natural y sencillo, apenas un recodo en el camino, que ata con sus finos hilos de aroma virgen los pies del viajero. Detenido el movimiento, suspendido el tiempo entre pinos y hiedras, la paz que allí se respira invita a oler y desnudarse. Oler, pararse y desnudarse. Estas acciones, sencillos testimonios de nuestra existencia, constituyen la naturaleza más básica de la Expresión Corporal. Insignificantes para muchos, estos actos de relación nos remiten a un estado del espíritu –que nos atreveríamos a llamar expresivo- que sirven de base para comenzar un trabajo creativo. En esta situación, la persona se convierte en signo y señal, En espejo y reflejo de su propia situación. El cuerpo, entonces, se nos muestra como antaño dijera Merleau Ponty, como “El punto de vista acerca del mundo” ( José Jiménez, 1992).

En ambos lugares, en “La Candamia” y en el jardín de la Expresión Corporal, quien habla apresuradamente se convierte en una especie de ladrón del silencio. El ruido tosco de la palabra urgente ocluye la experiencia sensual y afectiva del aroma. Kipling nos dice “los olores son más seguros que las visiones y los sonidos para hacer sonar las cuerdas del corazón” (citado por Ackerman, 1992).



Así pues, quien convierte su decir sensible en un insignificante patahablar (1), transforma el color en sombra, y la sombra necesaria en pura insignificancia. El recodo del camino ,antes refugio, se transforma en una ruidosa taberna ocupada por vocingleras y adustas voces donde difícilmente se puede dar un acto de Expresión.


Puede ser este silencio buscado una de las tareas más difíciles en Expresión Corporal, en cualquiera de los niveles que nos pongamos a trabajar. Los análisis de Merleau Ponty nos recuerdan que este nivel perceptivo está por debajo de la experiencia consciente, y del análisis reflexivo, y que a su vez se constituye en su base. Se advierte, pues, que antes del mundo objetivo de las “cosas” existe un horizonte previo, el suelo perceptivo originario, sobre el cual se hace posible la experiencia de un mundo objetivo (José Jiménez, 1992).

Ante, por lo general, la cara de incredulidad total de mis alumnos/as, suelo realizar la siguiente experiencia: Les pido que traten de imaginar el jardín descrito, ese recodo señalado (en alguna ocasión hemos hecho clase práctica en este sitio) la luz, el perfume que nos cubre como un manto. Es sorprendente ver como se les va cambiando la expresión del rostro. El rostro tenso y agitado con el que suelen llegar a la sala, se va transformando lentamente en una expresión de tranquilidad. Ahora les pido que “oigan” la melodía de unos violines conversando y que se pregunten si en este espacio cabría esa muchedumbre de rostros diluidos tan magistralmente retratados por E. Munch. A veces rompen a hablar como si estuvieran cayendo por la pendiente de una montaña rusa de feria. Dulcemente les ordeno callar, y les pido que vuelvan al jardín. Intentamos advertir la sólida y vertical presencia de los pinos, y los sentidos vuelven a ser bañados y agudizados por el perfume. El olfato no sólo estimula el aprendizaje y la retentiva, como no advierte Edwin T. Morris (Diane Ackerman, 1992). Casi sin darnos cuenta, al oler ponemos en marcha una función que va más allá de lo fisiológico. En este ambiente, después de respirar (oler y respirar van de la mano) se suele suspirar. A veces también se grita. El caso es que cuando estas acciones se realizan en clases de Expresión Corporal, en el grupo se establece una complicidad primitiva, sencilla. En esta arquitectura, natural y perfecta en la geometría de sus motivos, suave y delicada en su dicción, llenándote los pies de barro cuando llueve, se despliega un espacio de conocimiento abierto a lo intuitivo, a la emoción y al sentimiento (2).

Es este un espacio en el que paradójicamente tiene cabida lo bello y lo siniestro, el placer y la disciplina (3). Es un espacio en el que estamos listos para que el cuerpo recuerde y recobre la mirada que le es propia .

Recordar y reconciliar. En Expresión Corporal es frecuente unir estas dos ideas. También lo es pensar en la infancia. Buscamos –dicen los participantes en Expresión Corporal- al intentar quitarnos el traje de la conformidad con el que hemos vestido el cuerpo desde muy chiquitos, sentirnos bien en nuestra piel, volver a tener la espontaneidad del niño que juega. Se busca, pues, un espacio y tiempo para la reconciliación con nosotros mismos y el encuentro con el otro.

Si hasta ahora nos encontrábamos en el pinar de La Candamia, ahora les propongo ir, en este paseo que estamos dando por el jardín de la Expresión Corporal, a “Las Dunas de Liencres”. De antiguas y mágicas resonancias infantiles para mí, que se prolongaron hasta bien entrada la adolescencia, en el pinar de Las Dunas de Liencres –situado a once kilómetros de Santander en el pueblo del mismo nombre-, se esconde entre los pinos y la estilizada elegancia de los eucaliptus, la curiosidad y la voluptuosidad, el deseo animal, febril, animado y juguetón con los habitantes de este bosque. En este jardín con olor a madre y a salitre se puede recuperar la unidad del acto y la palabra, de la palabra y el movimiento, del sentimiento y su representación.

Si la Expresión Corporal la consideramos –y nosotros así lo creemos- una cultura afectiva (Jean Le Du, 1981)señalando con este término, tanto un modo de estar ante las cosas, como un modo de hacer pedagógico que consiste en permitir la vivencia y su expresión, para en un segundo tiempo realizar su elaboración, la exclusión de la palabra, tal y como algunos puristas defienden, no es acertada. Conservar la palabra en la emoción y la emoción en la palabra, es el objetivo y la condición de la tarea expresiva tal y como se suele dar en los jardines de los que hemos hablado.



Si la Expresión Corporal la consideramos como desarrollo de la sensibilidad tal y como es definida esta por L. González Sarmiento (L. Gonzalez Sarmiento, 1982) , no es posible acceder a esta cultura afectiva y de la sensibilidad si nos alejamos del lenguaje del cuerpo. No es posible desarrollar esta cultura si no somos capaces de crear un entorno no violento y una acción pedagógica de igual signo (4)

.

Se hace, pues, necesario alzar frente a la fría mirada económico racionalista que parece invadir todos los ámbitos de la vida, y que en su última formulación la denominamos pensamiento único, la esencia de estos jardines, la esencia de lo vivo que difícilmente admite el cálculo, la estadística o la cifra. Es valioso para la sociedad el poder calcular que el terremoto que por la noche sacudió la ciudad tenía una fuerza de 4’5 grados en la escala de Ritcher, pero cómo traducir a un guarismo el terremoto que sacude el corazón de un recién enamorado. Se hace necesario recuperar la mirada intensa y apasionada (me atrevería a decir que casi voluptuosa) que poseíamos de niños, pero que no es –como veremos más adelante- patrimonio exclusivo de la infancia.

En estos jardines vuelven a florecer ideas tan viejas, y tal vez tan extrañas ya en los tiempos que corren, como misterio, intimidad, espacio íntimo. La noción de sujeto de, por ejemplo, Carlos Castilla Del Pino, o la noción de “ser alguien” de Victor García Hoz (1981), que utiliza para señalar a la persona que deja de ser dirigida por otro, resuenan otra vez con fuerza.



Al comentar en cierta ocasión parte de las ideas aquí expuestas, mi interlocutor sacó la conclusión de que la Expresión Corporal era una especie de arte vegetal o arte de la naturaleza. Sorprendido por tan insólita interpretación me apresuré a decir que tal vez, pero que sobre todo era un arte de reencuentro y silencio, y luego de celebración.



Notas
(1
)El término patahablar lo he recogido de la conocida obra de G. Orwell “1984”.
(2) Para la definición de estos términos seguimos a
Jose Antonio Marina en “La teoría de la inteligencia creadora”.
(3) En la definición de “lo bello y lo siniestro” seguimos la definición que de estos conceptos da Eugenio Trías.
(4) Aunque no lo tratemos ahora, creemos conveniente señalar que la creación de este espacio no violento y la acción pedagógica resultante son, a nuestro juicio, uno de los mayores obstáculos para la inclusión de las actividades de Expresión Corporal en el sistema educativo en general y la Educación Física en particular.

Bibliografía

ACKERMAN, D. (1992) Una historia natural de los sentidos. Barcelona. Anagrama.

CASTILLA DEL PINO, C. (1992) Sujeto, expresión, interacción. Madrid. Revista de Occidente, nº 134-135.

GARCÍA HOZ, V. (1981) Educación personalizada. Madrid. Rialp.

GONZÁLEZ SARMIENTO, L. (1982) Psicomotricidad profunda. Valladolid. Miñón.

HOFFMANN, E. A. T. (1991) El hombre de la arena. Palma de Mallorca. José J. de Olañeta, Editor.

JIMÉNEZ, J. (1992) Imágenes del hombre. Madrid. Tecnos.

LE DU, J. (1981) El cuerpo hablado. Barcelona. Paidós.

LOZANO, J. (1994) La Expresión Corporal está de moda. Consideraciones en torno a este hecho. Revista Perspectivas de la Actividad Física y el Deporte, nº 16.

--- (1996) El papel en la formación del profesorado de los nuevos contenidos de la educación física: expresión corporal, danza y mimo. AIESAD.

MARINA, J. A. (1993) Teoría de la inteligencia creadora. Barcelona. Anagrama.

ORWELL, G. (1992) 1984. Barcelona. Destino.

TRÍAS, E. (1992) Lo bello y lo siniestro. Barcelona. Ariel.

Joaquín Lozano Rojas es director de escena, profesor de Interpretacion y Expresión Corporal, profesor de Yoga, máster en Estética y Teoría de las Artes y licenciado en Educación Física. Autor y director de montajes tales como Frente al Espejo (1989), Sueños en la Casa Azul (1996), Los Hombres de la Ciudad de la Lluvia (1997), Madre,Niña,Puta (1997), Caja de Homñecas Hinchables (2000), o El Viaje (2003), entre sus trabajos publicados destacan "La expresión corporal está de moda. Consideraciones en torno a este hecho". Revista Perspectivas de la A. F. y el D. Nº 16. 1994, "El papel en la formación del profesorado de los nuevos contenidos de la E. F.: Expresión Corporal, danza y mimo". AIESAD, 1996, "De la Candamia a Liencres. Un paseo por el jardín de la Expresión Corporal". Santander ADEF. Cantabria, 2001, "El cuerpo de agua y “lo niño”. Elementos para una poética de la Expresión Corporal". Santander. ADEF. Cantabria, 2001.

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